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Vita Antonii VIDA DE SAN ANTONIO ABAD Por San Atanasio de Alejandría ( Año 357).

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Cristianismo, Comunidad y Utopía.

"Todos los creyentes vivían unidos y compartían todo cuanto tenían. Vendían sus bienes y propiedades y se repartían de acuerdo a lo que cada uno de ellos necesitaba. Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo y con un mismo espíritu y compartían el pan en sus casas, comiendo con alegría y sencillez" (Hech. 2, 44-46).

Lo comunitario y lo utópico han ido de la mano a lo largo de la historia del cristianismo. Iluminados por la radicalidad de las primeras comunidades cristianas, a lo largo de todos estos siglos, siempre han existido expresiones del cristianismo tentadas a hacer del Reino de Dios una utopía posible y concreta. Así lo demuestran las notables experiencias de economía alternativa que se fueron tejiendo a su interior, donde los lazos de solidaridad se constituyeron en factores dinamizadores de primer orden: desde las primitivas experiencias de vida cenobítica, pasando por la República de los Guaraníes, hasta llegar a las modernas comunidades cristianas; tenemos ejemplos y modelos que demuestran claramente cómo es posible hacer socioeconomía más allá de la lógica individualista, atomizada y racionalista instrumental que caracteriza el modelo de homo oeconomicus que pretende llevar adelante el neoliberalismo.


Asociaciones de promoción de la vida consagrada en medio del mundo.

Asociaciónes "SACRA VIRGINITAS" y Asociación Pública de Fieles "Ad virginitatem sacram promovendam": proyecto de Vida Comunitaria.

I.- Orígenes y primera etapa.

Entre los cristianos, la referencia a la vida de comunidades, se remonta a los tiempos de los primeros apóstoles. En el Libro de los Hechos, se relata la vida comunitaria de los primeros agrupamientos de cristianos, donde se vislumbran algunos de los valores puestos en práctica:

Sin duda que los pasajes de Hechos Cap´2, son centrales para comprender la organización y desarrollo de posteriores comunidades cristianas, dejando material suficiente para establecer ciertas normas básicas: la residencia unitaria, la comunidad de bienes, el cumplimiento de los ritos religiosos con entusiasmo, el desprendimiento material, el predominio del don y de la redistribución, y un estilo de vida a la vez alegre y austero. Indudablemente estos valores e ingredientes marcarían a fuego los futuros experimentos comunitarios de base religiosa.

II.Expansión del cristianismo.

Luego de la Paz de Constantino, la vida de comunidades da lugar a la organización eclesial por parroquias, lo que hace de la vida de Iglesia, un estilo más masificado y menos personalizado.

En los siglos IV-V, esta dimensión comunitaria , se perdió en gran parte de la Iglesia por la nueva situación y evolución de los acontecimientos. La Iglesia de los siglos IV-V había adquirido un relevante poder económico y social, logrando una estructura jurídico-política acorde con su poder. Las donaciones imperiales habían constituido la base sobre la que se levantaría este poder. Por otra parte, esta generosidad imperial había atraído también hacia las iglesias el evangelismo de la oligarquía. Además de las numerosas exenciones fiscales, tanto a las iglesias como a los clérigos,los intereses particulares de la Iglesia determinaron diversas transformaciones jurídicas, tales como las referentes al derecho sucesorio, relajando los antiguos vínculos del derecho familiar: la política de la Iglesia se encaminó a favorecer la libertad del individuo a la hora de donar sus bienes, emancipándole de los vínculos naturales de la comunidad familiar. De este modo, el patrimonio eclesiástico aumentó considerablemente, nutrido por las donaciones y testamentos. Valentiniano I y Teodosio adoptaron disposiciones contra las donaciones de los fieles a las iglesias o a los clérigos, para evitar que familias enteras quedaran en la miseria. Pero, a juzgar por los numerosos testimonios de que disponemos, es evidente que dichas disposiciones no fueron cumplidas. La mayoría de estos donativos consistía en fundos más o menos considerables que, de hecho, convirtieron a muchas iglesias (entre ellas las de Milán, Rávena, Roma, Arlés, Marsella, Cartago, etc.) en grandes propietarias de tierras, equiparables en muchos casos a las de algunos clarissimi. Durante el siglo V las decretales conciliares y la normativa jurídica imperial dedicaron abundantes disposiciones a propósito de la adquisición y la administración de los bienes eclesiásticos: prohibiciones de alienar los bienes de las iglesias -que los obispos matizan aceptando la alienación cuando los bienes donados son de poco rendimiento-, de que las iglesias dispusieran libremente de los bienes recibidos, incumpliendo la voluntad del testador... Dentro de los benefactores eclesiásticos hay que destacar el importante papel que tuvieron las mujeres como donantes. Se conocen muchos testimonios de mujeres que hicieron edificar iglesias a su nombre (cada iglesia tenía que ir acompañada por una extensión de tierra necesaria para el mantenimiento de los clérigos), sosteniendo los gastos con sus riquezas personales que, a veces, estaban constituidas por vestidos y joyas o, en otras ocasiones, por vastísimas massae, como las concedidas por Melania a la Iglesia. Ciertamente, la Iglesia detentó durante el Bajo Imperio el monopolio de la asistencia social y su patrimonio pasó a ser designado patrimonium pauperum, o patrimonio de los pobres, pero aun cuando el número de excepciones y de obispos que realmente ejercieron una labor de auténticos sostenedores de su comunidad es numeroso, lo cierto es que las decretales de los papas Simplicio y Gelasio disponen, como principio administrativo para el conjunto de las iglesias, una normativa que dejaba poco espacio a la asistencia social. De las rentas que generaran las propiedades de cada iglesia, se harían cuatro partes equivalentes: tres de ellas se atribuirían a la propia iglesia -una para el obispo, otra para el mantenimiento del edificio eclesiástico y otra como salario para los clérigos- y sólo una cuarta parte de estas rentas se destinaría a los pobres. La poderosa Iglesia oficial contó con muchos detractores que, dentro de ella, repudiaban la secularización y enriquecimiento de la misma: el monacato, por ejemplo, progresa en gran medida en Occidente durante el siglo V, alentado por la voluntad de establecer con la fe un compromiso más auténtico. Dos de estos monjes nos dejan testimonio de su visión de la Iglesia de esta época: "Que Damaso -obispo de Roma- y los demás obispos prevaricadores guarden pues sus basílicas brillantes de oro, insolentes en sus revestimientos de mármol, elevadas sobre la magnificencia de sus columnas. Que guarden también las posesiones que se extienden hasta la lejanía

Este crecimiento , iría de la mano de una mayor acumulación de riquezas y masificación de los creyentes Diversos movimientos intentarán retornar la vida comunitaria y sencillez original . Justamente en el rescate de aquella personalización y vida simple presente en las primeras comunidades, y a la luz de los valores que irradiaban, se empiezan a fundar algunas experiencias comunitarias que tendrán una característica particular: el celibato de sus integrantes.

La de mayor alcance en tal sentido, es la establecida por Benito de Nursia (480-547) en los alrededores de la montañosa Subiaco. En su Regla escrita hacia el 527, con la fundación de la abadía de Monte Cassino, San Benito describe las características y normas de la vida monacal. Con respecto a la propiedad señala lo siguiente:

"Por encima de todo, éste vicio debe extirparse del Monasterio: nadie se atreva a dar o recibir cosa alguna sin permiso del abad, ni a poseer nada en propiedad, absolutamente nada...`Que todo sea común a todos´, como está escrito, y `nadie diga o considere que algo es suyo´" .

Sobre la distribución de los bienes, y en consonancia con los Hechos de los Apóstoles, también señala el Santo:

"Como está escrito, `se distribuirá a cada uno según sus necesidades´" .

Sobre la división del trabajo señala:

"Los hermanos han de servirse mutuamente, y nadie será dispensado del servicio de la cocina, a no ser por enfermedad, o bien por estar ocupado en alguna cosa muy importante...".

En la Regla de San Benito: sobre el trato al prójimo valgan dos referencias. Con respecto a los enfermos se señala que

"ante todo y sobre todo ha de cuidarse de los enfermos, de modo que se les sirva como a Cristo en persona..."

Sobre los forasteros, por su lado, explica:

"A todos los forasteros que se presenten, se les acogerá como a Cristo, ya que él un día ha de decir: ´era forastero y me acogisteis´. Y a todos se les tributará el honor correspondiente, sobre todo a los hermanos en la fe y a los peregrinos" . (20)

Las comunidades monásticas han tenido no solo un gran peso en la conformación cultural de Europa, sino además, y especialmente en lo concerniente a proyectos de vida alternativa. Los grandes humanistas y defensores de la Utopia comunitaria Tomas Moro y Tomas Campanella vivieron la vida comunitaria monacal. El primero la vivió durante varios años, y Tomasso Campanella, en 1582 ingresara como fray Tommaso en el convento de Santo Domingo de Placanica, en Italia. Efectivamente, la vida monacal se puede considerar como un antecedente de las búsquedas de proyectos utópicos y alternativos. La idea de huir de un mundo insoportable, creando una nueva realidad, es algo que tienen en común los utopistas y los monásticos. Por otro lado, como señala el estudio de Frank Manuel, las imágenes monacales se repiten en diferentes utopías, caso de las de los citados autores, o incluso en La Nueva Atlántida de Bacon, etc.

Ahora bien, la vida comunitaria de tipo monacal tiene antecedentes con respecto a la órden religiosa de Benito. En el marco del cristianismo, podemos remontarnos al caso de los eremitas cristianos (de eremos = desierto), constituyendo primero núcleos de ascetas dedicados a la oración en el desierto, y luego comunidades propiamente dichas a las orillas del Mar Rojo. También llamados cenobitas, los iniciados por San Antonio el Grande (considerado por muchos el patriarca del monaquismo), derivan su nombre del griego (koinos bios), o sea, vida común. Nótese la evolución de los estilos de vida y de los términos utilizados: de un estilo de vida "solitario"(22) , dedicado a la ascesis y contemplación (de donde se obtiene el nombre de monje, del griego monachos, o sea, solitario), pasamos a una etapa donde se siente la necesidad de la vida en común, lo que da lugar a la vida en conventos de tipo cenobita. Uno de sus discípulos, Pacomio, luego canonizado, fundaba en el año 320 la primera sociedad comunal enclaustrada, en la isla de Tabenna, sobre el Nilo. Con ello instituyó la primer regla monástica que se conserva por escrito (la santa koinonía), rescatándose la prohibición de la propiedad privada, la obligatoriedad del trabajo manual diario y de la oración en común. ..

A la muerte de Pacomio ya existían nueve cenobios de varones y dos de mujeres, aunque llegaron también a existir conventos mixtos. Estas reglas que podemos catalogar como propias del monaquismo oriental, fueron especialmente divulgadas en occidente entre otros, por San Atanasio en Italia, y San Agustín de Hipona, en el Norte de Africa. Pronto empezarán a conformarse entonces, colonias de varones y mujeres que empezaban a llevar una vida común, de la mano de personajes como San Ambrosio, Rufino, San Jerónimo, San Paulino de Nola y otros . Será recién luego de esta ola primaria de fundaciones de conventos, que San Benito funda los suyos. En el Siglo XI, una nueva ola de fundaciones de comunidades conventuales se vinculará con la actividad y liturgia de los Cartujos (Orden fundada en 1084 por San Bruno) y de los Cistercienses (Orden fundada por San Roberto de Molesmes en el 1098); ésta última con el ánimo de volver a las raíces benedictinas, aparentemente distorsionadas por el gran poder acumulado por parte de los Monjes con el correr de los siglos, producto de su "mundanización" y mayor dependencia con respecto a los Señores Feudales. Este clima será propicio además, como veremos luego, a la proliferación de numerosos colectivos contestatarios, de base laica y popular.

III.- Las Comunidades Cristianas en el siglo XX.

El siglo XX ha contribuído al fortalecimiento de una línea muy diferente a las vistas hasta ahora en materia de comunidades. Desde el ambiente religioso, la generación de comunidades se da en un plano mucho más pastoral que socioeconómico. Aún así, las contribuciones han sido importantes, y merece especial reconocimiento dos fenómenos. En primer lugar, el desarrollo y fortalecimiento de la doctrina social de la Iglesia a partir de la Rerun Novarum de León XIII (1891), que legitimó la acción social de numerosos movimientos católicos que impulsaban un rol más activo de la Iglesia sobre la "cuestión social". En segundo lugar, el Siglo XX es testigo de otro fenómeno de mucha importancia, como lo es la promoción de los laicos, y de su mano, la constitución de la Acción Católica con sus núcleos especializados en el ámbito estudiantil y obrero. En ese marco, los nuevos aires en la Iglesia se ven plasmados en el Concilio Vaticano II y en la constitución de numerosos movimientos dentro de la Iglesia volviendo a rescatar la importancia de lo comunitario, como ser el caso de los Cursillos de Cristiandad, los Neocatecumenales, las comunidades carismáticas, el Movimiento Familiar Cristiano, Comunión y Liberación, Movimiento de los Focolares, y grupos EAS. Salvo estos últimos dos casos, que veremos enseguida, en el resto, sin embargo, su especial mirada a lo comunitario, no implicaba generar experiencias de carácter socioeconómico, sino más bien se apoyaban en lo comunitario para defender una dinámica de trabajo que podría estimular una mejor evangelización. Un paso más allá fue dado, sin embargo, por los grupos EAS y el Movimiento de los Focolares. Estos movimientos, además de basar su dinámica de trabajo en la composición de pequeñas comunidades de oración y evangelización, han sido promotores de experiencias alternativas de hacer economía.

El Movimiento de los Focolares es fundado por Chiara Lubich en Trento, en el año 1943. Actualmente, desde sus oficinas centrales en Roma, Lubich junto a un selecto grupo de mujeres y en menor grado de hombres, dirige con éxito a un movimiento actualmente difundido en 198 naciones, con 2.220.000 adherentes. La espiritualidad, de claras connotaciones ecuménicas, esta compartida entre 50.000 cristianos de distintas denominaciones, entre ellos ortodoxos, anglicanos, luteranos; 30.000 fieles de otras religiones, entre ellos hebreos, musulmanes, budistas, induistas, y 73.000 personas que se declaran no religiosas.

Inspirados en la Doctrina Social de la Iglesia, y meditando la Encíclica Centesimus Annus (1991) el Movimiento da un nuevo paso en el aspecto socioeconómico de su espiritualidad, subrayando el concepto de la comunión de bienes, que venían practicando desde sus orígenes, para dar lugar comenzada la década del noventa, a una serie de ciudadelas donde pudieran operarse y vivenciarse la forma de vida de las primeras comunidades cristianas, practicando de esta manera la economía de comunión.

Si bien la primer ciudadela nace en Italia, la primera en incorporar la noción de economía de comunión surge en las afueras de San Pablo, luego de una visita que realizara a aquella ciudad, la fundadora del Movimiento, Chiara Lubich:

Las comunidades cristianas comprometidas EAS, por su lado, son fundadas en Francia sobre fines de los años cincuenta. La diferencia con respecto a otra serie de movimientos, además de dinámicas de trabajo propias que no vienen al caso analizar, es que la propia constitución de pequeños grupos de trabajo pastoral, llevó a algunos a fundar en 1992, en México, el primer kibbutz cristiano del que se tenga referencia. Dejemos que lo explique uno de sus fundadores, el P. Antonio Hortelano:

"EAS, Comunidades Cristianas Comprometidas, consciente de los graves problemas sociales de nuestro tiempo y de que para solucionarlos no basta ni el cambio de los individuos uno por uno, ni las reformas legislativas desde arriba, sino que es cada vez más necesario hacer experiencias concretas fuertes en plan piloto para formar lideres y ensayar cambios estructurales a nivel humano, se ha decidido a hacer una cadena de comunidades agropecuario-industriales en Iberoamérica y Africa. Y para ello se han inspirado los EAS en el kibbutz judío por ser la experiencia más fuerte y mejor lograda en su estilo..." .

Este modelo de vida comunitaria no agota las posibilidades de la misma en la Iglesia.

Sea de la forma que sea la realdiad comunitaria es necesaria y además es la forma real de hacer visible la presencia del Reino de Dios.

La evangelización pasa por crear y mantener comunidades cristianas vivas, desde las cuales hoy podamos decir los cristianos: " Queréis ver como es la vida cristiana, venid y lo veréis.."

Las expresiones comunitarias, son extremadamente subversivas en una cultura que ha hecho mella sobre el concepto cristiano de interdependencia. Aún la misma iglesia a través del diseño de las estructuras eclesiásticas ha propiciado la idea de la autonomía o independencia, o para ponerlo en términos actuales, el modelo de consumidor para el creyente, que recibe pero no da, que es espectador y que no participa activamente de la vida de la iglesia. Que va a la iglesia, pensando en el edificio o el templo, en lugar de reunirse como iglesia, pensando más en el encuentro con gente tan diferente a cada uno, con la que quizás no se tiene mucha afinidad, pero que son amigos de Jesús y, gracias a ello, ahora podemos amarles en el poder del Espíritu Santo.

Para poder llegar a esta clase de amor fraternal y de relación, es necesario que nos involucremos con otros creyentes lo suficiente como para que esta forma de vida se convierta en algo natural. Esto presupone la necesidad de formar comunidades más pequeñas, de amor, servicio, estudio y alcance donde los creyentes:

En este estilo de vida los creyentes:

* Se motivan mutuamente porque las necesidades son conocidas...

* Se exhortan mutuamente porque hay apertura, transparencia y amor...

* Se soportan y perdonan cuando se irritan y molestan....

* Se sirven mutuamente en amor sacrificial....

* Se extienden hacia otros que no conocen a su mejor amigo, para alcanzarlos, porque hay una pasión que les consume y de la cual hablan continuamente..

* Son lo suficientemente humildes como para aprender los unos de los otros...

* Se reúnen con frecuencia para adorar a Dios, presentar sus peticiones en oración, e interceder por los amigos no alcanzados aún como otras expresiones del amor y la compasión ....